Fútbol en Directo | Atlético Onubense vs AD Cartaya (2018/19)

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El Cartaya, sublime, asalta la Ciudad Deportiva ante un Atlético Onubense que no debe reprocharse absolutamente nada.

Hay partidos que se ven venir. Por las sensaciones, por la pegada, por atrevimiento, por argumentos y potencial, por la extrema juventud. Son adivinanzas factibles de adivinar. Apuestas y generalmente no te equivocas. Se anunciaba batalla de la buena en la Ciudad Deportiva y el partido, el derbi, no defraudó en absoluto. Se le puede reprochar al filial del Recre que el físico le duró poco. Pero eso es susceptible de analizar porque cuando lo chicos llevaban veinte minutos corriendo dio la impresión que habían completado una maratón y media. ¡Qué forma de correr y de presionar! En esos primeros compases, el Cartaya se sintió agobiado hasta el extremo. Hasta el punto que sus figuras, los violinistas, no sabían si tocar o salir corriendo. Fueron veinte minutos en los que no había un mañana.

Y el primero en avisar, tras perdida por la presión de los locales sobre Fernando Vaz, fue Vargas, un puñal de los de antes, percutidos sobre los centrales y guerreando con todo lo que se movía. La agarró escorado dentro del área y la estrepitó en el palo de la portería de Bocanegra. El susto fue de aúpa y determinó que el que se equivocase lo iba a pagar caro, más con el partido a mil por hora. Y justo momentos después, una internada por banda derecha de Manuel, el mejor de largo del partido, con centro al área, la remató Sebas y la rechazó Vichy, el delantero rojinegro la remachó a la red. Minuto 7 de partido.

Era los albores y dio la impresión que había transcurrido varias vidas. Y todo eso bajo un sol de justicia, 30 grados mínimo. A pesar del gol el filial del Decano ni se afligió ni perdió tiempo en lamentarse. Agarró de nuevo la bandera del descaró, siguió corriendo como alma que lleva el diablo y provocó un error en la zaga del Cartaya que la iba a aprovechar Vargas, con un derechazo prácticamente desde la frontal para hacer el empate. Minuto 12 de juego.

Como ven, el partido se movía y los más de 400 espectadores presentes en la Ciudad Deportiva se frotaban manos y ojos. Era un canto a la vida, al movimiento, al cuerpo a cuerpo sin esquinas ni VAR. Así hasta el infinito y más allá. Si el Atlético Onubense no se resintió por el gol del Cartaya, el equipo de Limón entendió que era eso, un ir y venir y a ver quién podía más, por lo que no perdió ni un segundo en lamerse las heridas.

Para entonces el partido era de tumba abierta. Si uno se echaba arriba, el otro corría como un poseso para hacerse con la pelota y hacer de paso exactamente lo mismo. Y llegó el segundo del Cartaya. El lateral derecho del Cartaya, que atiende al nombre de Manuel, arrancó la moto, se subió en ella y se llevó en velocidad a todo lo que se puso por delante, hasta el punto que cuando llegó al final, levantó la cabeza, no vio a nadie y él mismo la cruzó para enchufarla en la escuadra. Si tienen posibilidades busquen el gol y recréense en la jugada. Sean tan amables. No se arrepentirán.

Si con el primer gol del Cartaya el equipo capitalino no se afligió, el segundo le pasó factura. A partir se ahí el equipo de Limón se adueñó por completo del escenario. Manejó a su antojo la pelota y la pérdida de fuelle en los locales facilitó las cosas al Cartaya. De ahí al descanso se templaron gaitas y ambos equipos sacaron bandera blanca. Era tanto el calor que dio la impresión de que ambos equipos mantuvieron una conversación para reservar fuerzas para el resto del partido. Tú no me pegas y yo te perdonó. Se susurraron al oído.

Lo que son las cosas y lo que es el fútbol. A la vuelta de vestuarios, un error grosero de Vichy iba a cambiar el guión de la película. A la salida de un córner, el chico quiso despejar de puños y lo que provocó es que se le dejó muerta a Sebas, que sólo tuvo que empujar a la red. Minuto 51 de juego. Ni Vichy merecía eso ni el partido tampoco. Pero así es el deporte. Un día te equivocas y te quieren matar y otro comerte a besos de tornillo. El caso es que el gol condicionó moral y escenario. A partir de ahí, el Atlético Onubense se despidió de la guerra y el Cartaya dejó de proponer fuego desde las trincheras. El equipo de Limón se dedicó a manejar la pelota como el que está meciéndose en el paso de tiempo, esperando la madurez de la fruta.

En una de esas, una galopada de Manuel, otra vez él, la zanjó con penalti claro Abu, que entró para potenciar el centro del campo y potenció al Cartaya con el penalti. Dani Pérez engañó a Vichy y emitió sentencia, aunque aún hubo esperanza para los locales, más ficticia que otra cosa, pero esperanza al fin y al cabo cuando a los 73 minutos de partido, Arias acortó distancias por esa circunstancia que advertimos antes, el exceso para dejarte mecer. Con más de un cuarto de hora por delante, había tiempo para muchas cosas, pero lo que no había eran fuerzas. Ya lo habían dado todo y más, por lo que el partido murió sin más sobresalto que una vaselina de Pitu que salió fuera por poco.

No se debe afligir el filial por la derrota. Cuando se da todo no hay reproche que valga. Ni tan siquiera al portero. Por lo que respecta al Cartaya, presenta su candidatura al protagonismo con todos los argumentos posibles. Tiene un once titular que llama poderosamente la atención. Y juega como le da la real gana. Controla, mueve, le da igual la iniciativa que el contragolpe y tiene gente de tanto peso que en el alambre se ponen a sonreír los tíos. Es el inicio, lo sé. Pero déjenme que me ilusione porque ayer en la Ciudad Deportiva, Atlético Onubense y Cartaya elevaron un monumento al fútbol de Huelva. Y ya era hora.

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